Locuras a pie, dos viajes por la montaña imborrables

No soy una persona que haya hecho grandes hazañas a través de la montaña, mis viajes siempre han estado más enfocados al asfalto, en las grandes y en las pequeñas ciudades, pero no en recorrer senderos ni subir cotas altas.

Sin embargo soy una persona que siempre tuvo dos sueños metidos entre ceja y ceja. Por un lado subir al Púlpito en Noruega, y por otro hacer la Ruta del Cares. Ambas experiencias las recuerdo como locuras viajeras, por el planteamiento del viaje, por las vistas que supone a nivel natural y porque tras realizarlas uno se siente el rey del mundo.


Yo caminando por uno de los senderos de subida al Preikestolen




Asomada desde El Púlpito
Son unas rutas de dificultad media, cualquiera que goce de buena salud, tenga ganas y vaya con el calzado adecuado e hidratado puede realizarlas sin problemas. Quien no goce de ello puede realizarlas, pero le costará mucho más. Lo digo porque me encontré con gente subiendo el Preikestolen en chanclas, o con obesidad considerable, y aún así lo estaban consiguiendo. Sobre todo en Noruega tenía la sensación que ciertas personas habían comenzado la ruta pensando que se iban a dar un paseo, que no se habían informado, algo que nunca hay que hacer en estos casos. Sobre todo esas personas que comienzan a hacer la subida a apenas una hora para que anochezca. Hay cosas que nunca entenderé.



Sobre Preikestolen, o el Púlpito, escribí un pequeño post en La mirada de Gema, al igual que sobre la ruta del Cares, aunque más documentado con fotos.

Las dos rutas comenzaron por un largo viaje en coche hasta llegar al punto de comienzo. Al Preikestolen llegamos desde Bergen, saliendo a las 6 de la mañana y tomando la ruta de la carretera 13 que nos llevó bajando hacia la altura de Stavanger por parajes de increíble belleza, de lagos de aguas que parecen espejos, por numerosas cascadas que hacen que a uno se le salten las lágrimas ante tan magno espectáculo y por ferrys para poder pasar por dos de los fiordos que teníamos en el camino. Hay viajes que quedan muy grabados, éste fue uno de ellos.

Una vez hecho el check in en el albergue situado en el comienzo de la ruta y preparados con bebida y comida y la ropa y calzado adecuado, nos dispusimos a adentrarnos en el maravilloso paraje de múltiples paisajes que se presentan hasta llegar al púlpito. Como todo los primeros metros son de subida y se hacen más pesados, pero es una excursión muy divertida en cuando los obstáculos se tornan desde senderos de madera que pasan por pequeños lagos, hasta casi escalada por rocas, saltos de una piedra a otra, vegetación versus zonas desiertas, todo ello con las ganas de llegar al gran momento que supone la divisa del fiordo desde El Púlpito. No hay palabras que describan esa sensación. Hay que vivirla.

Cabras montesas en la Ruta del Cares

Sendero bajo la roca casi terminando la ruta del Cares en Caín

Presa a pocos kms de terminar la ruta en Caín


Uno de los tramos más bonitos de la Ruta del Cares


Casa abandonada en la Ruta del Cares

En cuanto a la Ruta del Cares, la sensación de paisaje desde Madrid no es que sea comparable a Noruega por razones muy obvias, pero la ruta en sí es de lo más bonito y asfixiante que hecho que en mi vida. Estar entre montañas que parecen no tener fin, que te hacen sentir tan pequeño, caminando por un sendero interminable que comienza con la aridez de un paisaje sólo de roca para ir reconociendo poco a poco la vegetación cuando se pasa de Asturias a León, con el sonido del río Cares constante, no deja de ser igualmente una experiencia maravillosa.

Os invito a realizar estas rutas cuando podáis, no es que sea como subir al Everest ni otras sensaciones de montaña, son pequeñas rutas accesibles para casi todos los públicos, pero que para quienes no somos asiduos al montañismo, nos dejan absolutamente enamorados.



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